jueves, 23 de abril de 2009

el artista de Nietzsche (Una página maravillosa)


Hay épocas en las que el hombre racional y el hombre intuitivo andan juntos, uno angustiado ante la intuición, el otro burlándose de la abstracción; tan irracional el último como poco artista el primero. Ambos ansían dominar la vida: éste, sabiendo tratar las principales necesidades con previsión, prudencia y regularidad; en tanto aquel, como "héroe pletórico de la alegría", no ve esas necesidades y toma como real sólo la vida que se ajusta a la apariencia y la belleza. Allí donde el hombre intuitivo -como por ejemplo en la antigua Grecia-maneja sus armas con más fuerza y más victoriosamente que su adversario, se puede, en casos favorables, formar una cultura , y fundar el dominio del arte sobre la vida. Ese fingir, esa negación de la necesidad, ese esplendor de las intuiciones metafóricas y en general esa inmediatez del engaño acompañan todas las manifestaciones de semejante vida. Ni la casa, ni el vestido, ni el jarro dejan ver que la necesidad los inventó; parece que en todos ellos debiera expresarse una felicidad sublime y una serenidad olímpica. Mientras que el hombre guiado por conceptos y abstracciones sólo evita la infelicidad con ellos, sin ganarse la felicidad, mientras trata lo más posible de evitarse los dolores, el hombre intuitivo, estando en una cultura, además de evitar los males cosecha una claridad, una animación y una liberación que fluyen continuamente. Es cierto que cuando sufre, sufre más fuertemente. Incluso sufre más a menudo porque no sabe aprender de la experiencia y vuelve a caer en el mismo hoyo en el que había caído. Es tan irracional en el dolor como en la dicha, grita fuerte y no tiene consuelo.
(de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral)

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