Él desprecia toda sabiduría llorosa.
A la medrosa desconfianza la desdeña.
Pero aún más desdeña al que se apresura a complacer a otros, al perruno, que enseguida se echa panza arriba, al humilde.
Odioso es para el egoísmo, y nauseabundo, quien no quiere defenderse, quien se traga salivazos venenosos y miradas malvadas, el demasiado paciente, el que todo lo tolera y con todo se contenta"
(de Así hablaba Zaratustra)