martes, 30 de septiembre de 2008

CRISTIANISMO Y PASION, UN SOLO CORAZÓN

Según Denis de Rougemont, en un libro que leí apasionadamente allá por el año 91, y que fue un clásico sobre la materia (me refiero a "El amor y occidente"), el amor-pasión nace hacia comienzos del siglo XII.

La primera pareja de amantes "apasionados" cuya historia haya llegado hasta nosotros es la de Eloísa y Abelardo que se enamoraron en 1118.



"Antes de eso, en Oriente y en la Grecia contemporánea de Platón, el amor humano es concebido como placer, como simple voluptuosidad física. Y la pasión-en su sentido trágico y doloroso- no solamente es escasa, sino que además es despreciada por la moral de la época como una enfermedad frenética.



"Por el contrario, en Occidente, en el siglo XII, es el matrimonio, el que está expuesto al desprecio, mientras que la pasión es glorificada en la misma medida en que no es razonable, en que hace sufrir."



¿Qué pasó entre una cosa y otra?

Casualmente, otra vez, el cristianismo, haciendo de las suyas.

Por lo menos así lo plantea Rougemont...



"El amor-pasión apareció en Occidente como una de las repercusiones del cristianismo en las almas en que aún vivía un paganismo natural o heredado.

El matrimonio cristiano imponía una fidelidad insoportable al hombre natural.

Cuando el cristianismo triunfó, y sobre todo, a partir de Constantino, que lo impuso por la fuerza a todos los pueblos de Occidente, las viejas creencias paganas reprimidas se convirtieron en el refugio y la esperanza de las tendencias naturales."



Así dicho:

¿Sin cristianismo, no hay pasión?.

viernes, 26 de septiembre de 2008

un poco más de Genealogía

"La genealogía de la moral" es una crítica de los valores morales. Lo que Nietzsche nos propone es poner alguna vez en entredicho, es decir, cuestionar, el valor mismo de los valores.
La moral establece valores. La moral dice: esto es bueno, aquello es malo.
La moral es una tabla de valores. Nos "enseña" qué valorar y que no.
Para la moral cristiana, por ejemplo, son valiosos el cielo y la vida eterna.
Para cuestionar si estos valores son o no valiosos, dice Nietzsche, se necesita tener conocimiento de las condiciones y circunstancias en que nacieron esos valores. De eso se ocupa en la genealogía. El filósofo es un geneaólogo.
La filosofía nietzscheana es una crítica de los valores y el sentido.
Del sentido, hablamos la próxima.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Asi termina "La genealogía de la moral" de Nietszche

El hombre, el animal hombre, no ha tenido hasta ahora ningún sentido. Su existencia sobre la tierra no ha albergado ninguna meta;"¿para qué en absoluto el hombre?"-ha sido una pregunta sin respuesta; faltaba la voluntad de hombre y de tierra;¡detrás de todo gran destino humano resonaba como estribillo un "en vano" todavía más fuerte! Pues justamente esto es lo que significa el ideal ascético: que algo faltaba, que un vacío inmenso rodeaba al hombre,-éste no sabía justificarse , explicarse, afirmarse a sí mismo, sufría del problema de su sentido. Sufría también por otras causas, en lo principal era un animal enfermizo: pero su problema no era el sufrimiento mismo, sino el que faltase la respuesta al grito de la pregunta: "¿para qué sufrir?".
El hombre, el animal más valiente y más acostumbrado a sufrir, no niega en sí el sufrimiento: lo quiere, lo busca incluso, presuponiendo que se le muestre un sentido del mismo, un para-esto del sufrimiento. La falta de sentido del sufrimento, y no este mismo, era la maldición extendida sobre la humanidad, -¡ y el ideal ascético ofreció a ésta un sentido! Fue hasta ahora el único sentido; algún sentido es mejor que ningún sentido; el ideal ascético ha sido, el mal menor hasta el momento.
En él el sufrimiento aparecía interpretado; el inmenso vacío parecía colmado. La interpretación-no cabe duda- traía consigo un nuevo sufrimiento, más profundo, más íntimo, más venenoso, más devorador de vida: situaba todo sufrimiento en la perspectiva de la culpa ... Mas, a pesar de todo ello, el hombre quedaba así salvado, tenía un sentido, en adelante no era ya como una hoja al viento, como una pelota del absurdo, del "sinsentido", ahora podía querer algo, por el momento era indiferente lo que quisiera, para qué lo quisiera y con qué lo quisiera: la voluntad misma estaba salvada. No podemos ocultarnos a fin de cuentas qué es lo que expresa propiamente todo aquel querer que recibió su orientación del ideal ascético: ese odio contra lo humano, más aún contra lo animal, más aún, contra lo material, esa repugnancia ante los sentidos, ante la razón misma, el miedo a la felicidad y la belleza, ese anhelo de apartarse de toda apariencia, cambio, devenir, muerte, deseo, anhelo mismo-¡todo eso significa, atrevámosnos a comprenderlo, una voluntad de la nada, una aversión contra la vida, un rechazo de los presupuestos más fundamentales de la vida, pero es, y no deja de ser, una voluntad!

viernes, 19 de septiembre de 2008

¡que lejos estamos del superhombre!



Unas frases de F. Nietzsche:

El hombre es algo que debe ser superado.
¿Qué habeís hecho para superarlo?
El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre.
La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta.
Lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso.


Y una experiencia personal:
En mi viaje a Salta pude
literalmente
caminar contra la corriente
atravesar la procesión
salirme del rebaño.
Fue muy emocionante.

Amor yuyo



Quiero elegir a quien amar.
Y me equivoco.

Si le hago caso a "Alguien tiene que ceder" (la romántica comedia con Jack Nickolson y Diane Keaton) parece que el amor brota en el momento menos pensado, con la persona más inesperada.
Si al comienzo de la película, uno consiguiera atravesar la pantalla y preguntarle a la protagonista:
-¿Te gustaría enamorarte de este tipo?
Ella, no lo dudo, hubiera dicho:
-¿¡Vos estás chiflada!?¡Ni en pedo!

Yo me resisto a que las cosas sucedan de ese modo.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

etica de la sorpresa

Releyendo algunas cosas de mi blog, me encuentro con la sorpresa de que la palabra sorpresa insiste en lo que escribo.
La vida como sorpresa.
La escritura como sorpresa.
Los hijos sorpresa.
Sorpresa como opuesto a que se cumplan nuestros planes al pie de la letra.
Sorpresa como lo que ocurre distinto a lo que estaba previsto, y por eso suma, y por eso nos enriquece.

viernes, 5 de septiembre de 2008

cada vez más líquida

Creo que Amor Liquido me produce el efecto contrario de lo que busca su autor.
A mí, me amiga con lo líquido. Z.B escribe:
"Si uno viaja en tren, ve y oye, adolescentes de ambos sexos y jóvenes que informan a sus hogares por cual estación acaban de pasar. Uno diría que están contando los minutos que los separan de sus seres queridos y que no ven la hora de poder mantener esas conversaciones cara a cara. Pero quizás no haya pensado que muchas de esas charlas por celular no eran el prolegómeno de una conversación más sustancial a producirse al llegar, sino un sustituto de ella. Que esas charlas no preparaban el terreno para algo real, sino que eran lo real en si. Que muchos de esos jóvenes anhelantes de informar a sus interlocutores invisibles acerca de su paradero, ni bien llegan s sus hogares correrán a sus cuartos a cerrar la puerta con llave detrás de si."


"Los hogares ya no son un lugar de recreación compartido, de amor y amistad, sino el ámbito de disputas territoriales, un conjunto de búnkeres fortificados. Hemos cruzado el umbral de nuestras casas individuales y hemos cerrado sus puertas, y luego hemos cruzado el umbral de nustras habitaciones y hemos cerrado sus puertas. El hogar se transforama en un centro de recreaciones multipropósito donde los miembros del grupo familiar pueden vivir, en cierto sentido, separadamente codo a codo."


"Cuanto más atención y esfuerzos de aprendizaje consumen la proximidad de tipo virtual, menos tiempo se dedica a la adquisición y ejercicio de las habilidades que la proximidad no-virtual requiere. Tales habilidades caen en desuso: son evitadas, olvidadas o directamente jamás aprendidas, o se recurre a ellas cuando no queda más remedio y a regañadientes."

Yo, después de leerlo, pienso:
Primero: me siento identificada. Para mi sorpresa (yo me sorprendo de que mi hogar sea como es), mi hogar, con dos hijos adolescentes es uno de esos centros de recreación multipropósito. En este mismo momento, yo escribo, y cada uno de ellos está conectado a su máquina, con su
celular cerca y escuchando su música. Cada uno haciendo lo que le gusta, para qué negarlo.
Segundo: sí, yo sí siento (hasta hoy) cierta nostalgia de "lo que nunca jamás sucedió": Mis hijos llegan, los espero con mate y biscochitos de grasa, o coca-cola y tostados o café con leche con medialunas. Conversamos largo y tendido de las pequeñeces de la vida cotidiana. Y de sobremesa, jugamos un chinchón. Una antigüedad. No existe. Fue, para mí. Para ellos, ni fue.
Tercero y confesión: ¡¡Por fin entiendo porque sí soy una hinchapelotas!! (y no es ninguna ironía)
Cuarto:¿ por qué las generaciones anteriores no aceptamos que las cosas cambian?