martes, 27 de julio de 2010

Pulgarcito


Pulgarcito

Érase una mujer casada con un pobre campesino. El soñaba con tener un hijo que llene la casa de alegría y lo ayude en sus tareas. Ella tenía cada noche una pesadilla que le quitaba las ganas de ser madre. Discutían todos los días, él suplicaba por un niño, ella se negaba. Pero al llegar la noche los encantos del hombre la seducían, y ella corría el riesgo de quedar embarazada.
-No sabremos cuidarlo- se repetía cada mañana al despertarse. Y volvía a contradecir a su marido.
Hasta que un día de la mezcla de sueños y pesadillas nació un niño. Tal como alucinaba la madre mientras dormía, el bebé nació con el tamaño del dedo pulgar de su padre. Por eso lo llamaron Pulgarcito. A pocas horas del nacimiento, la madre estaba aterrada de que se confirmaran sus peores sueños. El padre, decepcionado, descartaba que se cumplieran los suyos. Sin embargo, los dos se mintieron uno al otro:
-Es tal como lo habíamos deseado, y lo querremos con toda el alma.
Los dos fingían un amor que no sentían. Únicamente así puede explicarse lo que hicieron cuando el niño ya hubo crecido en edad aunque no en tamaño: a la primera oportunidad que tuvieron se lo sacaron de encima. Lo vendieron a unos forasteros que lo querían para utilizarlo en el circo.
Sin embargo, la vida a veces es buena, y les dió a los padres, la posibilidad de arrepentirse y, cuidar y amar a su pequeño hijo. Fue gracias a Pulgarcito. Fue él, y sólo él, quien halló el camino de regreso a casa, después, de varias aventuras y muchas desventuras.
A su vuelta, como ya era un niño mayor, su madre llorando, le contó la pesadilla que la obsesionara cada noche.
-Soñaba que tenía un hijo tan pequeño como tú. En lugar de cuna dormía en un dije de oro. Después del nacimiento lo guardaba en mi cartera. Pero cuando lo iba a buscar, el bebito ya no estaba. Se había perdido. Sacaba todas las cosas de la cartera, una por una, pero, no había caso, el bebito, no estaba.
Pulgarcito, como suelen hacer los niños, perdonó a su madre y a su padre, y a partir de entonces, los tres vivieron muy felices.

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